Dando
sus primeros pasos en el Club San José Tocornal de su Comuna, llegó al cacique
a los doce años y debutó a los 16 años en el equipo de honor, al enfrentar por
algunos minutos a Cobreloa en Calama. A la semana siguiente, fue titular en la
final de ida de la Copa Chile 96 frente a Rangers, obteniendo su primer título
en el eterno campeón.
Digamos
que Mena no era un crack en defensa, pero cumplía rotundamente en su labor en
la cancha, ordenando y aprendiendo de los jugadores más experimentados en
aquellos años.
Los
éxitos siguieron con los títulos de 1996, Clausura 1997 y 1998. En un plantel
plagado de excelentes jugadores: “Todas las estrellas tienen su condimento
especial. La primera en 1996 fue especial por dar la vuelta al lado de varios
ídolos. Jugaba con ellos y tenía los posters suyos pegados en mi pieza: De
Basay, de Barticcioto, fue a los 16 años y lo recuerdo por eso”, expresó.
El
año 2001 partió a préstamo a Puerto Montt y al año siguiente, en plena quiebra,
volvió a Colo Colo. “No me puedo olvidar del campeonato en la quiebra en 2002,
que estuvimos todos los jugadores de casa. Éramos un grupo que se conocía años
y afloró en ese momento”, Agregó.
Fue
participe del histórico tetracampeonato del cacique, en el que quedará en la
mente del hincha colocolino, ese zapatazo al ángulo en el Estadio Nacional,
dejando parado a Nicolás Peric, en el Clausura 2006.
¿Quién no se sintió identificado con Lucho Mena en Colo Colo? Por cariño y por su humildad, se ganó al hincha colocolino: “He sabido aprovechar todo lo bueno que tengo y corregir lo malo. La sangre del colocolino es así, cuando no se puede con buen fútbol hay que apelar a lo otro. Nunca he dejado de ser un tipo que mete, que corre y que va adelante”.
Durante
su carrera futbolística, la directiva siempre le traía centrales extranjeros.
Sin embargo, Mena siempre terminaba jugando y demostrándoles a los defensas
como se debía defender al indio, al cacique, al popular, transformándolo en el
jugador con más títulos de la historia de nuestro fútbol.
Y
por supuesto la ansiada estrella número 30: “Me deja un sabor muy agradable
porque se obtiene después de años de sacrificio, de críticas y de momentos negativos,
conseguimos salir nuevamente a flote. Ganar la 20 y la 30, es un verdadero
orgullo y gratificante para mí”, expresó.
Luis
Mena, un hombre humilde que a base de esfuerzo y sacrificio ya está en la
historia grande del club, junto a David Arellano, Marcelo Barticciotto y tantos
más, por su empuje y coraje.
Ahora,
la tarea será con los más jóvenes, transmitirles toda esa experiencia y los valores de David Arellano a esas nuevas generaciones: “Trato
de guiar a los jóvenes. Hago el grito antes de salir a la cancha y lo estoy
pensando desde el calentamiento. Les pido tranquilidad, que recuerden a sus
seres queridos, que aprovechen la oportunidad de quedar en la historia”.
¡Grande
Lucho Mena! ¡Adiós Multicampeón! Uno de los últimos ídolos del cacique…
Por Jorge Andrés Solís.