Corría el año 1987 y el Alianza de Lima estaba
en uno de sus mejores momentos futbolístico e institucional, con hombres como
Daniel Reyes, Tomas Farfán, Luis Escobar, entre otros, lograban que sus hinchas
comenzaran a tener no solo como ídolos a Teófilo Cubillas o Cesar Cueto, sino
que ello estaban entrando a ser los nuevos admirados. Era un 8 de Diciembre de
1987, cuando el equipo de los “íntimos” volvía en avión a Lima, después de
haber disputado un partido contra el
Deportivo Pucallapa, victoriosamente con un resultado de 1 a 0.
Pero todo el buen futuro que se veía en este
equipo fue repentinamente borrado con la caída de la aeronave que los llevaba
de vuelta a la capital peruana, en el terrible accidente fallecen todos los
miembros del equipo aliancista y el cuerpo técnico, algunos hinchas y cuerpo
médico. Un total de 43 víctimas fatales, hecho conocido como la “Tragedia de Ventanilla”.
Muchos clubes del mundo enviaron sus mensajes
y condolencias al club limeño ante tamaña tragedia, pero aparecería el indio de
sangre altiva y de noble corazón para salir en ayuda de un club hermano,
Colo-Colo de Chile, si, nuestro amado Cacique ayudaría desinteresadamente al
club peruano a través de la cesión gratuita de cuatro jugadores profesionales,
el arquero José Letelier, el defensa Parco Quiroz, el volante Francisco Huerta
y el delantero Rene Pinto, se convertían en ayuda directa al golpeado Alianza
de Lima. Además, Colo-Colo un mes después, viajó a disputar un partido amistoso
con el club incaico, ocasión en la cual, se ratificó el lazo de hermandad entre
los clubes más importantes de sus respectivos países.
Esta hermandad es tan importante para ambos
pueblos, que en un barrio de Lima esta dibujada la insignia de nuestro club
junto a la de Alianza de Lima con una frase en medio de los escudos que dice
“Un Solo Corazón” y es muy normal ver en partidos del Cacique en Perú, hinchas
de los “íntimos” en la barra alba, haciendo el aguante por el equipo que en el
momento más difícil de su historia, le tendió la mano y logro con ello un lazo
que ninguna disputa política lograra romper.
Después de un día lleno de hostilidades
ilógicas, nacionalismo mal demostrado y campañas patrióticas casi ridículas,
los colocolinos podemos demostrar a través de este pequeño gesto que es parte
de la gran historia de nuestro Club Social que la hermandad entre dos pueblos
separados geográficamente puede existir y que no hay mejor manera que el
deporte y el futbol para escribirlo con letras doradas, como toda la historia
del Cacique de Noble Corazón.
Por Francisco Carcey/ @lex_albo